A raíz de eventos recientes, personales y ajenos, se me hace obligatorio un comentario al desnudo.
Nunca deja de llamar la atención la atención que atrae el cuerpo, especialmente si este se conjuga en femenino. Material físico, viscoso, presente, voluptuoso; sus componentes son parte de un ente paralelo que compartimos, una demostración táctil de humanidad, empleando dicha palabra como adjetivo, no como sustantivo, pues es un atributo de nuestra existencia.
Y aún se insiste en censurarlo...
En mis andares visualizo el desnudo de manera cotidiana, en las Venus griegas, en cuadros de Boticelli, en las pristinas Madonnas Lactans, en las Olympias confrontadoras, las Carolee Schneeman, Marina Abramovic, Priscilla Monge o Regina Galindo de nuestra época. Ya en el arte un cuerpo no escandaliza, se mueve entre la necesidad expresiva y el cliché sensacionalista. ¿Será ese reflejo en cuerpos ajenos (muchos cuerpos, muchos distintos) lo que me acomodó la comodidad de ser asimilada primero como carne y piel para quien se aproxime antes de ser mente y razón? Pues un desnudo, el mío o el ajeno, no se convierte en secreto ni misterio, simplemente ES... Es esa desnudez.
Seamos “creativos” (sarcasmo implícito) y agreguémosle entonces una capa de sexualidad al material. Pues si bien un cuerpo no es escándalo, DOS juntos ya es lujuria... ni qué decir de tres. Y entonces, a una imagen el erotismo se le multiplica, o inclusive se le adiciona sin importar cual fuera su intención comunicativa inicial, cuando Otro la hace propia. Entonces (quizás) el cuerpo de quien se comparte por razón del arte se ve mutilado, condenado a convertirse en posesión sexual de una mirada inmadura, entrenada bajo la tutela conservadora de la ignorancia. Se borran las distinciones que crea el contexto y termina archivada dicha imagen, cualquiera que sea, en el mismo registro de la pornografía o la obscenidad. Por consecuente la desnudez se convierte en barbaridad, aún cuando desnuDOS hemos estado o estaremos todos.
Lo que se obvia es el hecho de que el deseo es independiente de la intención. Dar el cuerpo es sincerarse, no entregarse, ya sea al descubierto o en mantas, pues pertenece a quien lo tenga no a quien lo quiera; lo comparte quien lo cargue no quien lo reciba momentáneamente. DesnuDARSE es difuminarse, diluir mi componente material con el de mis colegas para darles a entender que debajo de todo material que nos cubre existe uno que es propio y es ajeno simultáneamente, pues es algo que se comparte. Es articular en un gesto físico las palabras “este cuerpo es mío y escojo utilizarlo por motivos que sobrepasan el pudor.”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario