domingo, 24 de junio de 2012

Nadie Me Dirá Mi Nombre

Propio o ajeno. A mi me lo pusieron sin tener yo palabra. Lo recuerdo todos los días cuando alguien se refiere a mi en alguna de las variaciones distorsionadas que se derivaron del nombre que heredé de mi padre y escogió mi madre. María Paola. Como si no fuera largo, compuesto y hasta un poco serio, la intención de mis progenitores, en toda su buena voluntad de honrar mi ascendencia italiana, era que se pronunciara mi segundo nombre en la lengua materna de mi padre. Páola… “sí, como si tuviera tilde en la ‘a’” me veo repitiendo constantemente. No Paola. No Paula. PÁOLA.

Sobra decir que en el país hispanoparlante en el que nací la única persona que pronuncia bien mi nombre aparte de mi papá (manda güevo, él se llama Páolo… sí, con tilde en la 'a') es mi abuela paterna. Entonces, sobrevivo sin nombre, pues cada persona ha ideado ya sea una manera de obviar la peripecia que presenta, o decidido quedarse con la denominación referencial que le parece más cómoda, aún cuando esto mutile el elemento que más me identifica, mi nombre. He considerado cambiarlo, inclusive en ciertos círculos soy simplemente Lola, abreviado del afectivo apodo con el cual me bautizó mi abuelo: Palola.

No me siento como una “María Paola” pero tampoco soy ni María, ni Paola. El María me parece un relleno, una excusa para un nombre compuesto. Pero me ha sido útil. "La María", me dice una amiga. Si a los ticos les costaba mi nombre, la llegada a la universidad en Estados Unidos no me facilitó la tarea. No me quedó más que llamarme “Mawria” para todo aquel angloparlante que conocí durante mis estudios superiores.

Recientemente, de vuelta en mi tierra madre, confrontada con nuevas amistades que se incorporan en mi historia, ha surgido de nuevo este enigma. ¿Como presentarse si uno no tiene nombre? Y ahí que me he dado cuenta cuanto pesa un nombre. A raíz de esta dificultad decidí trazar esa etimología personal que constituyó mi nominación. La raíz de un nombre proviene de una complicidad de elementos con los cuales poco tiene uno que ver. Es una decisión que se hace anterior a nuestra existencia, un factor determinante que afecta nuestra trayectoria y en el cual no hay democracia.

Me pregunto que se sentirá que a su nombre se le haga referencia como tiene que ser, llamarse Laura, Isabel o Cristina, tener la certeza de que cuando uno se presenta a una nueva persona no están maquinando erróneamente en su mente la gramática de un complicado nombre en apariencia sencillo. Me llaman Paula o Paola y ganas me sobran de corregirlos con un grito, ya es cansado. Me llaman María y es la costumbre la que responde. Me llaman Pao, Palola, Lola, Palolis y lo siento cercano y hasta me da confianza. Pero nadie, sin una previa explicación de mi parte, me dirá Mi nombre.


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