Quizás la historia de una vida no pueda reducirse a la tela de unas cuantas camisas, los retazos de unos cuantos pantalones, los recortes de una cierta sección…mas el retrato inicial de una muerte si. Durante los dolorosos días siguientes a su ultimo respiro la terapia para quienes quedamos en este mundo se dibujo en forma de hilo y aguja durante tardes de rosario en una sala de la eterna casa amarilla esquinera. Era un acercamiento, un tu mas personal, el olor de la ropa lavada que ya no conservaba el de aquel que nos había dejado, mas se bañaba con las lagrimas de una madre quien incesablemente seguía buscando esa fragancia tan distintiva que dejan los cuerpos aun en su ausencia. La historia mas que suya se convirtió en nuestra, en compartida, cuando cortando en cuadros, en triángulos, en simples sobros, las camisas representantes de una materialidad ya inexistente descubríamos su cronología, como si al haber utilizado estas ropas poco a poco hubiera escrito su autobiografía con la tinta de sus hilos. Aquellas manchas que ni el jabón pudo curar daban indicio de alguna comida favorita, aquellos huecos de una camiseta que nunca quiso desechar era el recordatorio de cómodas noches. Desarmar cada una de sus camisas fue como desglosar sus años, recortar retratos del álbum de una vida. Era el paso mas difícil, el primer corte, como si la tijera al despedazar y rearmar aquello que le perteneció estuviera también rearmando su recuerdo, poniendo en un rompecabezas los momentos que habían quedado impresos indeleblemente en cada una de aquellas camisas. Que las rayas turquesas: aquella fiesta, que la color morado de su amado equipo: algún partido de futbol, que la amarilla con anaranjado con la cual lo filmaron para cierto anuncio publicitario…y así una a una estimulaba a la memoria para luego convertirse en pequeñas historias: recuadros de un almohadón, una cobija, un simple camino ya recorrido. Viéndolo ahora las telas no solo fueron terapia y consuelo mas evidencia de una vida, de una muerte y sus restos. El concepto del espíritu que conserva lo material jamás se vio tan arraigado, tanto a lo humano como a lo metafísico como cuando en aquellas tardes de hace ya una dupla de años las mujeres de su vida cortaron junto con la tela, uno a uno sus dolores aun inconsolables.
Si la ropa es capaz de provocar a los sentidos, de asociar eventos o sentimientos, una personalidad se deshilachaba con cada hebra que se unía en aquel gigantesco “quilt”, compuesto no solo de pequeños pedazos de tela pero de muchos proyectos individuales que unidos como uno bien podrían llenar una sala cual si fueran todos parte de la misma exhibición. Ahora cada uno de ellos descansa en alguna cama, en algún baúl. Ahora cada uno es paño de lagrimas, es relicario y consuelo, icono quizás de una contemplada santidad, compartida concepción de todo aquel quien tuvo la dicha de coincidir en el camino con el maravilloso dueño de tal ajuar. No es secreto que mi idioma es el de la comunicación no verbal, aquel que acarrean las decisiones que tomamos al vestir, y es entonces que en esta experiencia se me hace fácil ver que aquellas camisas fueron evidencia de un carácter. No solo de quien fuera mi hermano, mas de quien fue un cambio en el mundo…una bifurcación en tantas vida. Ahora cuando sentada recuerdo aquellas tardes de “quilting” en aquel lugar que ya no representa mi hogar, no es nostalgia lo que me impulsa, mas la historia que nos ha dejado el vivir…guardado en los archivos de las selecciones indumentarias.
1 comentario:
esto me conmovió más que cualquier otra cosa que ha escrito.
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