La crisis del cuarto de siglo pareciera afectarnos silenciosamente de manera casi melancólica a quienes vivimos repitiendo el pasado pero con una fuerte mirada hacia el futuro... característica inequívoca de esta, mi generación. Inevitablemente la época de hacerse el tonto, la época del “valeverguismo”, la época de irresponsabilidades inconscientes o simplemente ingenuidad total termina con una transición mucho más amena y vivible que la de la adolescencia que se creyó dejar atrás por ahí de los 18 años. ¿Será que finalmente terminamos de adolecer a los 25? ... me cuesta creerlo.
Nací en los Idus de Marzo, día infame por haber sido marcado con el asesinato del emperador más famoso del mundo occidental, Julio César, día también dedicado a Marte, dios de la guerra. Inevitablemente la referencia histórica en relación a mi fecha de cumpleaños se convirtió en estampa obligada para quien conocía dicha historia y de paso deseaba saludarme en “mi día”. Soy capaz de decir que inclusive en el colegio me ganó unos cuantos puntos con mi profesor de historia (true story).
Al decir que es el día de (supuestamente) más mala suerte en todo el año, honestamente me complace saber que esa “suerte” me ha eludido, muy a pesar de lo que la vida ha puesto en mis andares. Entre muertes, divorcios, enfermedades y demás el daño lo veo únicamente como colateral. Eventos que en otro caso quizás se vieran como clímax de vida han sido trascendentales solo en los hechos que derivaron de ellos, en lo que desataron. Y esto lo digo pensando en positivo, pues como pocas personas he sido afortunada de una manera que ni siquiera los Idus de Marzo podrían opacar. Este día la vida me ha regalado la dicha de ser, no meramente de existir, sino de vivir...una vida extraordinaria.
Si bien el camino es solitario, nunca me han faltado abrazos, ni risas, ni consuelos, mucho menos baile y compañía adecuada, conversaciones profundas y otras estupideces sin propósito definido, meramente divertidas y necesarias. Y por esto, tengo mucha gente a quien agradecer. Sus nombres serán referentes silentes en el libro de mi historia, nombres que sabrán quienes son sin la necesidad de yo escribirlos en letras.
Me aproximo entonces a un amanecer de mi vida en el cual inevitablemente se hace una asesoría de lo alcanzado y lo deseado. Ciertamente a los 15 juré que mis 25 no serían lo que son hoy día, pensé que alcanzaría otras metas que aún no se cumplen, no obstante no me imaginé vivir lo que he vivido y lo que seguiré viviendo, y no puedo evitar sentir que mis deseos de adolescencia se ven ahora triviales y pequeños comparados con lo que los 25 me piden. Pareciera que la vida no se vive por lo que se quiere alcanzar, si no por lo que se logra sin necesariamente habérselo propuesto.
Satisfecha con el inventario de mis historias digo que esta “crisis” es más una esperanza abrumadora por todo lo que me toca todavía alcanzar (sin necesariamente yo proponérmelo) agregada a todos mis deseos conscientes y metas intencionadas. Entonces les digo, conformémonos con ese balance... y tomemos las cosas como vienen, con brazos abiertos.