Habilidad quizás un poco elusiva y tortuosa para quienes, poco observadores, son incapaces de entender el lenguaje de la sutileza y el idioma de lo que no se dice, se ha vuelto quizás el unico medio de expresión por el cual la inseguridad se atreve a bajar la guardia. El dolor ha hecho callar a quienes el sufrir ha posado la carga de los días y sin otro camino que recorrer el hablado en código se ha deshecho en lamentos por la falta de dirección que cargan sus letras. Sin voz ni aprecio, lo que se mantiene dentro pareciera pesar cual carga del tiempo pues con el viene el remordimiento.
Y entonces lo que se dice entre lo dicho vale mas que lo que se escucha. He ahí que el cuestionamiento incita a escribir, pues sin canto fijo la metamorfosis de mis palabras termina en símbolos eludiendo el sonido y la confrontación directa en tantos estantes de la vida. He de decir que me muevo por ese bajo mundo, de aquel en donde quizás el miedo, quizás la precaución domina el actuar cuando de otros se trata. Acostumbrado el ego a esperar siempre lo peor, el constantemente adivinar el andar del otro se convierte en ruleta rusa y ese doloroso encuentro nunca se sabe cuando llegará. Se depende de ese otro... de quien en su sensibilidad debiera abrir oído y corazón mas hasta qué punto es tarea propia como emisora el comunicar lo que claramente siento mas no atrevo a exteriorizar. Comprendan pues señores que si algún valor lleva el impulso es el actuar por el instinto perdido gracias a la conciencia, que si algún mérito atribuyo a la ignorancia (y será por siempre el único quizás) es que es cura para el miedo y pomada de atrevimiento.
Ahora pues, si como paciente siguiera las indicaciones que como doctora receto quizás la inquietud de esta hora no se viera expresada por este medio.