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The Raven - Edgar Allan Poe
Socialmente giramos alrededor de lo superficial, lo físico inevitablemente se vuelve una extensión de lo interno y en excesivos casos quizás un indicador erróneo de aquello que guarda tal cascarón en su interior. En la antiguedad guerreros Espartanos solían tomar un baño para purificar sus largas melenas; así, tras trenzar su extensa y preciada posesión capilar, marchaban en batalla hacia su thanatos kalos... la bella muerte. No es de extrañarse que tal rasgo ha sido a través de los años indicador creciente de una cierta pertenencia, algo que se posee o algo a quien se pretende pertenecer. El largo indica paciencia, dedicación, un cultivo quizás. Es el factor externo que guarda consigo una cierta cronología... aun después de la muerte sigue creciendo.
Las lágrimas que vi derramarse por la pérdida de tal atributo fueron simplemente una extension mas de aquella enfermedad (se sabrá muy bien para este punto) que fue poco a poco despojando no solo a su portador sino a quienes lo rodearon, de tanto apego material. El exterior se convirtió meramente en un indicador mas de la decadencia, de ese silencioso agente que carcome lo invisible para convertirlo en factores tangibles de un declive material. Hermano, su bella muerte ha llegado con los años, pues en su momento lo vio reducido a un cuerpo que no sostuvo la fuerza de su alma.
Hoy al verse trasquiladamente desnuda quien comparte estas letras, recuerdo aquel doloroso golpe a la vanidad para, bajo mis propios parámetros asimilarlo, mas con la extrema diferencia que, al ser decisión propia, por más sacrificio que se sienta no deja de ser un acto de voluntad. No hubo lágrimas ni falsas esperanzas. A decir verdad hubo risas y memorias. Y en la soledad de un acto impulsivo... el despojarme de mi vergel.